El matrimonio de Michael Jackson con Debbie Rowe, su amiga leal y exasistente de enfermería, capturó la atención del público. Su boda sorpresa, que coincidió con el embarazo de Rowe, ocurrió tras un breve matrimonio con Lisa Marie Presley y llevó a Jackson a una vida doméstica inesperada.

Sus caminos se cruzaron en la clínica dermatológica del Dr. Arnold Klein, donde Jackson recibía tratamiento para el vitiligo. Su amistad floreció, con Rowe acompañándolo frecuentemente en sus giras. Descrita como una persona sencilla, ella se convirtió en una presencia constante en su vida, brindándole apoyo incondicional.

Recordando su primer encuentro, Rowe relató que un simple “Hola” fue suficiente para crear una conexión instantánea. Con el tiempo, su relación se profundizó, llevando a un embarazo inesperado. Movida por su cariño hacia Jackson y su deseo de ser padre, Rowe ofreció tener a sus hijos.

En 1997, Rowe dio a luz a su hijo, Prince Michael, llenando a Jackson de una inmensa felicidad. Él describió ese momento como un “regalo especial” en su documental “Living With Michael Jackson”. Rowe atesora el recuerdo de la emoción de Jackson y la profunda alegría que sintió. En los últimos años, Rowe ha mantenido una relación cercana con sus hijos. Paris, su hija, ha reconocido públicamente la influencia de Rowe, compartiendo emotivos homenajes en redes sociales, incluyendo un mensaje del Día de la Madre donde resalta su gran parecido físico.

La vida de Rowe, marcada por giros inesperados y desafíos personales, incluido su lucha contra el cáncer, es un testimonio de su fortaleza y resiliencia. Su vínculo duradero con Paris es un faro de esperanza, recordándonos el poder del amor y la perseverancia frente a las adversidades.