Cabello despeinado, energía bruta y puro entusiasmo: Ann-Margret fue un soplo de aire fresco muy necesario en los años sesenta. La actriz de origen sueco, que ahora tiene 81 años, cautivó con su belleza, su personalidad y sus dotes de baile.

En aquella época, su relación amorosa con Elvis Presley llamó mucho la atención, pero aunque ambos se casaron por separado, se negaron a renunciar el uno al otro.

«Éramos verdaderas almas gemelas, tímidos por fuera pero incontenibles por dentro», escribió Ann-Margret en su autobiografía. 01.05.1967 La actriz, cantante y bailarina sueca Ann-Margret (Foto: Avalon/Getty Images)

La actriz Ann-Margret Olsson está considerada hoy una de las grandes.

Como una de las intérpretes vivas más destacadas del Hollywood clásico, su legado perdurará durante mucho tiempo.

Pero hoy profundizamos un poco más en su eléctrica relación con Elvis Presley.

Aunque Ann-Margret se ha mostrado bastante reticente sobre lo que realmente ocurrió entre las dos estrellas, ha detallado algunos pormenores muy fascinantes en su autobiografía, Mi historia.

No se sabe con exactitud cuándo se conocieron Ann-Margret y Elvis, pero sí sabemos que la rubia sueca conquistó el corazón de Elvis Presley en el plató de Viva Las Vegas en 1964, y que él finalmente optó por casarse con Priscilla, pero Ann-Margret afirma que ella y el rey del rock’n’roll eran almas gemelas. Su química y su amor tuvieron un profundo efecto en la futura esposa de Elvis.

La pasión entre Ann-Margret y Elvis fue evidente para todos durante el rodaje de Viva Las Vegas.

«Tenía tanta energía y empuje que hacía volar de la pantalla a los tres compañeros de reparto anteriores, pero Elvis podía igualarla. Era el mejor compañero en pantalla que había tenido nunca y era suyo», escribió Filmink.

Sin embargo, la bella pareja no sólo se enamoró en la gran pantalla: la atracción que sentían el uno por el otro era definitivamente real y continuó fuera de las cámaras.

Su atracción fue inmediata e intensa.

«Ambos sentíamos una electricidad que nos atravesaba», dice Ann-Margret. «Se convirtió en una fuerza que no podíamos controlar».