María Victoria, a sus 97 años, se ha consolidado como un ícono de la Época de Oro del cine mexicano, famosa tanto por su voz distintiva como por sus trajes de sirena que la hicieron destacar en el mundo del espectáculo. Su vida no ha estado exenta de dificultades, y en este artículo repasamos los desafíos y aspectos menos conocidos de su trayectoria.

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Nacida el 26 de febrero de 1927 en Guadalajara, Jalisco, María Victoria fue la menor de seis hermanos en una familia que navegaba entre la creatividad y las dificultades económicas. Su infancia estuvo marcada por continuos desplazamientos entre Ciudad de México y Guadalajara, lo que limitó su educación formal, completando solo el primer año de primaria.

Aunque inicialmente soñaba con ser costurera, la vida la llevó al teatro, donde se convirtió en una estrella emergente en las carpas de la Ciudad de México. Su carrera artística comenzó en teatros como el Salón Margó, pero fue en el mundo del cabaret donde su talento despegó, especialmente en el exclusivo club “El Patio”. A pesar de las críticas y las advertencias de que una “carpera” como ella no encajaba en un lugar tan prestigioso, su determinación la llevó al éxito.

El cine y la música también formaron parte importante de su carrera. A lo largo de su vida, grabó múltiples álbumes y actuó en películas icónicas, siendo reconocida por su estilo sensual y provocador, lo que le valió tanto elogios como críticas. En particular, su elección de vestidos ajustados generó controversia en una sociedad mexicana conservadora, siendo incluso criticada por la “Liga de la Decencia”.

A pesar de las críticas, María Victoria se mantuvo firme, destacando por romper barreras de género y estilo en una época donde las mujeres tenían limitadas opciones de expresión artística. En televisión, su personaje de “La criada bien criada” fue un éxito rotundo, consolidándola como una figura querida por el público. Su legado en la música, el cine y la televisión sigue vigente, y su impacto en la cultura mexicana es incuestionable.

La vida de María Victoria ha estado marcada por el trabajo arduo, la devoción a su familia y su fe católica. Tras la muerte de su esposo, Rubén Cepeda Novelo, decidió no casarse nuevamente y dedicarse a sus hijos y sobrinos. Hoy, a sus 97 años, sigue siendo un ejemplo de resiliencia y talento, un verdadero tesoro de la cultura mexicana.