Un joven escocés, Cal Hunter, y su pareja, Claire Segeren, tenían el deseo de adquirir una propiedad, pero su presupuesto era limitado.

Después de investigar, encontraron un apartamento que iba a ser subastado en breve. Decidieron reunir sus ahorros y Cal se presentó en la subasta en el día señalado.

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Cal esperó ansiosamente su turno para pujar por el apartamento que habían elegido. Cuando el subastador mencionó el número de lote que esperaban, Cal levantó la mano.

Aunque su límite de gasto era de aproximadamente 45.000 euros y el apartamento se subastaba por poco más de 10.000,.

Se sorprendió al notar que nadie más estaba interesado en pujar por él. En cuestión de segundos, le adjudicaron el lote, pero pronto se dio cuenta de un grave error.

Resulta que el número de lote que había escuchado no coincidía con el que aparecía en la revista de subastas a la que se había referido.

En lugar de comprar el anhelado apartamento para él y su pareja, había gastado su dinero en la adquisición de una antigua mansión en ruinas: una casa victoriana de más de cien años de antigüedad.

Aunque este error inicial podría haberse convertido en una pesadilla financiera, la historia tiene un giro sorprendente y positivo.

 

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