La mansión de Silvia Pinal, ubicada en el exclusivo Pedregal de San Ángel en la Ciudad de México, no es solo un hogar, sino un símbolo de su vida y carrera.

Este espacio emblemático comenzó como un terreno que adquirió en 1951 gracias a la visión de su padre, Luis G.

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Pinal, quien la animó a invertir a pesar de las dificultades económicas. Con perseverancia y esfuerzo.

Silvia pagó el terreno a plazos, marcando el inicio de un proyecto que se convertiría en un ícono de su legado.

En 1954, Silvia Pinal concretó la construcción de su casa tras firmar un contrato exclusivo con el productor Gregorio Walerstein para la película Cabo de Hornos.

Con el pago de 65 mil pesos por su participación, pudo financiar la edificación de la mansión, que se diseñó para ser un refugio tanto para ella como para su familia.

Este esfuerzo marcó un punto importante en su vida, reflejando su compromiso y dedicación.

La casa no solo es un hogar, sino también un santuario cultural. Con una alberca olímpica y una colección de arte que incluye retratos de Diego Rivera.

La mansión refleja el amor de Silvia por la cultura mexicana. Cada rincón está impregnado de su estilo y personalidad, mostrando cómo su vida artística también se extiende al ámbito personal.

Para Silvia, su mansión siempre ha sido más que paredes y techos: ha sido el centro de su vida familiar.

Allí crió a sus hijos y compartió momentos importantes con sus cuatro esposos. Este lugar guarda historias.

Recuerdos y momentos que representan tanto sus logros como los desafíos que enfrentó a lo largo de los años.

La historia de esta mansión es también la historia de la lucha y el esfuerzo de Silvia Pinal.

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